La apertura de mente y de visión global que te invaden cuando creces y te enfrentas a otras culturas, a otros idiomas, esa apertura no tiene parangón, ni se alcanza fácilmente de otra manera.
De repente, es como si hubieses estado viendo el mundo por la mirilla de una puerta. Una mirilla muy buena, a través de la que ves cosas que son ciertas y verdaderas, pero limitadas al ángulo que te da el pequeño cristal cóncavo por el que estás observando, y, de repente, en vez de mirar por la mirilla, abres la puerta que estaba cerrada y a través de la cual observabas, sales al exterior, miras a tu alrededor, miras arriba y abajo, miras en círculo, sientes libertad, sientes vértigo y a la vez no puedes dejar de mirar.
Tu visión del mundo ha cambiado para siempre, de una mirilla de una puerta a una mirada de 360 grados, empiezan a encajar piezas y empiezas a enfrentarte a situaciones nuevas que tendrás que resolver, pero ya tienes otra visión, ya no eres el mismo, ya tienes capacidad de análisis y datos para tomar las decisiones más equilibradas y acertadas que antes de abrir la puerta.